ZRICH - "No tenemos miedo", decían anoche en la Conmebol. Comprensible que lo dijeran, pero también que no se les creyera. En el fútbol sudamericano, y también en el argentino, había miedo ante la elección de hoy en la FIFA
Aunque llegue apadrinado por Michel Platini, el suizo-italiano apela a métodos muy de Joseph Blatter. Quiere hacer crecer el Mundial de fútbol de 32 a 40 participantes, tal como Blatter lo hizo desde la secretaría general al pasar de 24 a 32 con Francia 98. También quiere repartir más dinero entre las federaciones.
Esos ocho equipos extra le permitirían a la Conmebol un sueño muy razonable: tener 5,5 plazas en el Mundial en vez de las 4,5 actuales. Con el jeque Salman existía el peligro de bajar a cuatro. De ahí que el paraguayo Alejandro Domínguez, presidente de la Conmebol, lo abrazara efusivo y sonriente en pleno estrado: la apuesta pública por Infantino, riesgosa, había salido bien.
Las cifras con que ganó Infantino (115 votos sobre 88 de Salman) dejan varias conclusiones: la primera, que el poder de Joseph Blatter comenzó a menguar. El suizo estaba detrás de la candidatura del bahreiní y no quería saber nada con que un protegido de Platini y hasta ahora secretario general de la UEFA asumiera el control de la FIFA. Perdió.
También perdió el poder árabe. Que el fútbol fuese manejado por primera vez en la historia por un asiático era un paso más tras el potente desembarco árabe en grandes del fútbol europeo como el Barcelona, el Manchester City o el PSG, una profundización del camino que marcó Qatar 2022 con su Mundial. Faltaba el control de la FIFA. No sucedió, y eso no deja de ser una buena noticia para la FIFA si se lo mira desde el costado de las reformas aprobadas hoy: ¿cómo promover la participación de las mujeres y defender los derechos humanos si el presidente es miembro de la familia reinante en una autocracia árabe? Hubiese sido una contradicción prácticamente insalvable.
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