La historia de Santiago se repitió, un año después, en Nueva Jersey. Tras un 0-0 en el que el equipo de Martino tuvo la chance más clara, la desilusión llegó desde los 12 pasos.
No pudo ser. Una vez más. Argentina volvió a quedarse a las puertas de una consagración. Fue nuevamente contra Chile y fue nuevamente por penales, luego de un empate 0-0 en los 120 minutos de juego, en los que el equipo de Gerardo Martino tuvo la chance de gol más clara del encuentro.
Argentina fue mucho más que su rival en el primer tiempo, a punto tal que durante esa mitad, el equipo de Gerardo Martino remató nueve veces al arco contra ninguna de la Roja y tuvo la situación más clara del partido: a los 20 minutos, Gonzalo Higuaín robó la pelota en la salida chilena, se fue cara a cara con el arquero, la picó y la pelota salió apenas al lado del palo. Luego, el partido comenzaría a desvirtuarse con la expulsión -correcta- de Marcelo Díaz primero y la de Marcos Rojo -incorrecta- después.
En el complemento, los nervios le ganaron al juego y el partido fue tan vertiginoso como impreciso. Sobre el final llegarían un par de ocasiones por lado para ganarlo, pero la historia se fue al alargue.
En el tiempo suplementario, el cansancio se hizo notar de las dos partes, pero hubo lugar para algunas situaciones muy claras. En la primera mitad, en un minuto los dos tuvieron el triunfo: primero Romero le contuvo un cabezazo solitario a Eduardo Vargas y en la respuesta, Bravo tuvo la atajada del partido ante un testazo de Agüero que se le metía por arriba. La segunda parte tuvo a Argentina como dominador, pero las piernas no alcanzaron. Y la suerte se tuvo que definir en los penales, otra vez.
Y ahí fue donde Messi, el que nunca falla, falló. Al igual que Biglia. Los que no fallaron fueron los chilenos, que con el penal de Silva volvieron a gritar campeones.
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